26 de junio de 2020- Celebramos 201 años del nacimiento de Juana Manso (1819-1875)
Juana Paula Manso nace en Buenos Aires, en el barrio de Monserrat, el 26 de junio de 1819.
Juana se interesó por mejorar la vida de los niños y las niñas de su época, cuando la mayoría de las personas no sabían leer ni escribir y las pocas escuelas que existían eran para los hijos de las familias ricas. En las provincias del interior las escuelas eran muy pobres y cualquiera que supiera leer y escribir podía ser maestro. La enseñanza religiosa era muy importante y, en cuanto a la disciplina, reinaba el castigo. «La letra con sangre entra» era un dicho común. Juana creía que las escuelas debían ser lugares alegres, luminosos y limpios. Pensaba que al niño había que despertarle el interés por aprender a través del buen trato, del ejemplo, del juego y el amor… Y que ser maestro era una de las profesiones más bellas e importantes para un país. Su padre era un ingeniero español que defendía las ideas de la Revolución de Mayo (acontecida nueve años atrás). Como trabajaba para el gobierno haciendo puentes y canales, conocía a hombres importantes como Bernardino Rivadavia y por ello desde muy chica Juana participó en reuniones y escuchó discusiones —muchas veces agitadas— sobre los destinos de la patria. Aprendió muy pronto a leer y a escribir. Concurrió a la primera escuela para niñas de Buenos Aires que formaba maestras, pero ella se aburría, no le gustaba cómo enseñaban y a veces la aplazaban por no saber de memoria el alfabeto (¡aunque ya leía libros!). Juana siguió estudiando por su cuenta, tenía mucha facilidad para aprender idiomas y leía cuanto libro caía en sus manos. A los 14 años tradujo del francés dos libros que su padre hizo imprimir en Montevideo. También estudiaba música y escribía poemas que, a veces, publicaba en los periódicos. Desde joven supo ser muy independiente y participaba en reuniones con escritores, donde conversaba con ellos de igual a igual. En su tiempo, las mujeres debían ser sumisas: debían obedecer primero a sus padres y luego a sus maridos. Vivían prácticamente encerradas en sus casas, cuidando a sus hijos, y a lo sumo realizaban labores domésticas o tocaban el piano (si eran de familias adineradas). Juana pensaba que la inteligencia no tenía sexo y que la mujer debía tener las mismas oportunidades de educación y libertad que los hombres. Eran tiempos difíciles: la lucha por la independencia seguía sin tregua, los gobernantes no se ponían de acuerdo sobre cómo organizar el país, y Buenos Aires y las provincias del interior estaban siempre peleando por el poder. Cuando Juan Manuel de Rosas gobierna en Buenos Aires, la familia Manso huye a Montevideo, todos sus bienes son confiscados por el gobierno. A partir de allí comienza un largo peregrinaje, siempre acompañado por la pobreza. Primero vivieron en Montevideo, luego en Río de Janeiro. En Montevideo, y para ayudar a su familia, Juana crea en su propia casa una escuela para niñas. Tenía 22 años y quería implementar nuevos métodos de enseñanza. También solía reunirse con otros escritores exiliados y publicaba poemas en los periódicos. Cuando Rosas pacta con el gobierno de Montevideo, ella y su familia se tienen que ir a Brasil. Da clases particulares de español y francés y se inscribe en el Conservatorio de Arte Dramático. Conoce a un joven violinista portugués del que se enamora y se casan a los tres meses. Realizan giras por Brasil y luego a Estados Unidos, pero no les va bien (el país les fue hostil y pasaron muchas penurias). Allí nace su primera hija, Eulalia, no tenían recursos ni siquiera para comer, por lo que se ven obligados a partir. Se fueron a Cuba, esta vez con mejor suerte. Allí nace su otra hija: Herminia. Juana escribe letras para las músicas de su esposo y redacta su novela Misterios del Plata. Se enamora de Cuba, de su paisaje y de su gente. Finalmente regresan a Brasil, donde dicta clases de idiomas. También redacta un periódico de mujeres, donde expone sus ideas de igualdad de la mujer y educación popular, entre otros temas y publica su novela Misterios del Plata. Al poco tiempo, su esposo la abandona y se va Portugal. Muere su padre —apoyo y sostén durante toda su vida— y, como en Buenos Aires ya no gobierna Rosas, decide retornar al país. Juana trae nuevas ideas y experiencias que pensaba que podían servir para sentar las bases para una sociedad más justa. Lamentablemente no fue bien recibida, la veían como a una extraña. ¿Quién era esa mujer pobre, de una familia desconocida, sin marido y con dos hijas? ¿Quién creía que era para traer y enseñar ideas de afuera? Sí: Juana Manso había madurado y era una mujer fuera de lo común. En Buenos Aires publica artículos y un periódico para mujeres: el Álbum de Señoritas, donde expone sus ideas de educación para todos, igualdad de sexos, libertad religiosa y defensa de los pueblos nativos. A su regreso, conoce a Sarmiento, que la respalda nombrándola directora de una escuela para niños y niñas. Se hicieron amigos, compartieron ideas, sueños y un carácter fuerte que no los detendría frente a las adversidades. Desde entonces Juana se dedica totalmente a la educación. Enseña; dirige la escuela para ambos sexos; desarrolla nuevos planes de estudio en varias escuelas; supervisa y mejora la labor de los maestros; promueve la creación de jardines de infantes; por la implementación del recreo; crea bibliotecas populares; ofrece conferencias; traduce obras de educación, y escribe el primer libro de lectura de historia argentina para escuelas: el Compendio de la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata y una obra de teatro: La revolución de Mayo de 1810. Con el paso del tiempo muchas cosas fueron cambiando y su pensamiento sigue vigente como nunca. Murió a los 55 años, sin honores y en la pobreza. Aun enferma seguía enseñando a leer y a escribir a los niños que vivían en su humilde barrio.
Hoy 26 de junio de 2020, recordamos el nacimiento de Juana Manso.
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